Reconstruir una sociedad más humana y sus formas de educación

Columna de Opinión María Victoria Peralta

María Victoria Peralta, Premio Nacional de Ciencias de la Educación y Directora del Instituto Internacional de Educación Infantil de la Universidad Central, es Educadora de Párvulos y Profesora de Estado en Educación Musical en la Universidad de Chile. Esta columna de opinión, se enmarca dentro de la suspensión de clases y cuarentena preventiva para evitar que el coronavirus que afecta al país, se extienda. ¡Te invitamos a leer su reflexión, y compartirla con tus colegas!

María Victoria Peralta
María Victoria Peralta, Premio Nacional Ciencias de la Educación (2019)

María Victoria Peralta, fue Coordinadora Nacional de Educación Preescolar en el Ministerio de Educación, donde uno de sus logros más notables fue la creación de un plan de estudios nacional para la educación de niños y niñas desde el nacimiento hasta los 6 años de edad. 

Estando todos aun siendo parte de esta pandemia con grandes temores e incertidumbres, es importante tratar de avanzar a extraer algunos aprendizajes que nos permitan crecer como seres humanos, lo que se supone que es nuestra vocación y sentido.  Son tantas las lecciones que duramente estamos aprendiendo, que no debemos dejar de perder esas oportunidades para ir estableciendo algunas bases de lo que deberíamos reconstruir en lo personal y colectivo cuando lleguen los tiempos de paz y de celebrar la vida.

Los educadores somos los profesionales a los que la sociedad nos ha entregado la gran responsabilidad extrafamiliar de educar a las nuevas generaciones, y por ello, debemos empezar a tratar de extraer las necesidades de cambio que nosotros y la humanidad entera debemos emprender no sólo para no tener otras experiencias como la que estamos viviendo, sino para resignificar los sentidos de nuestra labor. En ello no debemos olvidar, que, en un sentido amplio, todos, la sociedad entera debe ser siempre la primera educadora de sus hijos e hijas, labor que en estos días algunas familias forzadamente están recordando al tener que estar en cuarentena con ellos, y no tener muy claro qué tienen que hacer. Muchos se abruman porque los estudiantes pueden “perder el año” y en parte, es importante, pero no habrá que aprender algo más por encima de los contenidos académicos, quizás,  ¿otros aprendizajes, que son más relevantes aún? 

Siempre es bueno volver a remirar la historia de la humanidad y de la educación, cuando las familias le enseñaban todo a sus descendientes en forma práctica y dedicada, porque eran básicas para su subsistencia.  El “aprender haciendo” en la realidad y con esfuerzos colectivos, fue el comienzo que hemos olvidado. Pero las sociedades avanzaron y fue necesario orientar y especificar más esas acciones, y en el ámbito occidental surgieron educadores como A. Comenio y F. Froebel, que iniciaron las formas educacionales, hoy llamadas “alternativas” o “no formales”. Así, empezaron con los escasos medios tecnológicos de los siglos XVII, XVIII y XIX (libros y folletos), a entregarles orientaciones a las familias en el hogar sobre “qué hacer” con sus hijos y “cómo”. Entre las sugerencias se les indicaba la importancia de favorecer la iniciativa de los niños desde bebés, el desarrollar relaciones positivas con otros junto con favorecer la autonomía y la responsabilidad personal y grupal, y además,  emplear los grandes recursos: el juego y el amor. Sin embargo, las necesidades educativas seguían complejizándose y mayores demandas se le hizo a la educación formal o escolarizada, y autores como el mismo Froebel, Montessori, Decroly, Freinet, Fauré, Steiner, Neill, empezaron a avanzar a aprendizajes más vinculados con el conocimiento y el arte, pero sin perder el centro de todo: el despliegue de las capacidades humanas en un marco de valores compartidos que apunten al bien común.

¿Y qué es lo que ha producido gran parte de los problemas que estamos viviendo, sino es la pérdida de esto último? Parte importante de la humanidad, en especial los que tienen los grandes poderes, han trabajado individualmente, sin pensar en el otro buscando el “éxito personal o el de su grupo de élite”.  El consumismo, la competencia, el enriquecimiento material, la falta de empatía y de solidaridad, nos hablan de una pérdida importante de valores humanos y también de espiritualidad, cualquiera que ésta sea.  Ello, unido a un explotar y afectar a nuestra madre-tierra, dañándola, matando su rica diversidad de flora y fauna, ha llevado a que ahora estamos destruyéndonos nosotros mismos. Cuántos recursos gastados en banalidades, en enormes ingresos millonarios para egos y comodidades desmedidas, si se hubiesen orientados a la sanidad de tantos pueblos, a la investigación sobre las enfermedades, a una educación más humana en definitiva, podrían haber evitado quizás la tragedia que estamos viviendo.

Por ello, debemos tratar de empezar a tejer entre todos la nueva red societal y sus contenidos, que deben ser diferentes a los que en gran mayoría se ha impulsado educativamente en estos tiempos. Volver a lo sencillo, al encuentro humano, a compartir, a crear lo bueno para todos, a cuidar esta tierra que nos cobija, y a mirarnos a nosotros mismos y nuestros sentidos de vida, para que vayan más allá de lo individual, sino al “nosotros” solidario, que parece ser lo central.

En fin, es mucho lo que podemos empezar a recoger ya de esta dura experiencia, pero diversas iniciativas van mostrando que cuando empezamos a unirnos de verdad, a reflexionar, a ayudarnos, las cosas resultan. Esa es la invitación que humildemente les propongo, porque todos tenemos mucho que avanzar en estos campos de acción.

Pongamos estos temas en las conversaciones de estos días en nuestras casas o con otros a través de los medios a distancia; escribamos los ejes de acción que vamos encontrando, organicémoslos, y así vayamos construyamos el nuevo currículum para Chile, que debe ir más allá de lo que han hecho las instituciones que se supone que lo deberían hacer, que han sido tan circunscritas en sus alcances.  Ello, porque la educación es tarea de todas y todos, y por ello tenemos el derecho y la obligación de aportar para reconstruir la nueva sociedad que urgentemente necesitamos si queremos legar algo de valor  a nuestros continuadores.

Quizás este tremendo remezón, sea la instancia para reconstruir una vida personal, espiritual, social y planetaria nueva. Aprovechemos los tiempos y espacios que el encierro material nos entrega, que no debería limitar nuestra extensión humana para ser la nueva sociedad del siglo XXI.

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María Victoria Peralta

María Victoria Peralta, Premio Nacional de Ciencias de la Educación y Directora del Instituto Internacional de Educación Infantil de la Universidad Central.

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